sábado, febrero 28, 2009

Exportaciones peruanas habrían retrocedido 38% en enero por crisis

Peru.com - Finanzas: Exportaciones peruanas habrían retrocedido 38% en enero por crisis


Exportaciones peruanas habrían retrocedido 38% en enero (Peru.com: 2009/2/27) Las exportaciones peruanas habrían sumado 1,556 millones de dólares en enero del presente año, reportando una contracción de 38 por ciento por la mayor precaución en las compras de los diversos mercados a raíz de la crisis financiera mundial, y por el retroceso en la cotización de los productos exportados, informó la Asociación de Exportadores (ADEX).

Tanto las exportaciones tradicionales como las no tradicionales habrían registrado una disminución en sus niveles de ventas pero estos resultados no deben ser tomados como un indicio de lo que será el desempeño de las exportaciones en todo el año, afirmó el presidente de ADEX, José Luis Silva.

Dijo que confía en que el esfuerzo de la cadena exportadora, sumado al apoyo del gobierno y al buen resultado de los programas de rescate aplicados en Estados Unidos, Europa y Asia, serán determinantes en la recuperación del sector exportador peruano.

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“La situación está cambiando y prueba de ello es que se ha identificado un incremento en las demandas del exterior. Nuestras empresas asociadas nos reportan que meses atrás sus compradores hacían menores pedidos pero últimamente están incrementando sus requerimientos al ver que lo que tenían en almacenes se agotó”, añadió.

Explicó que el factor sicológico determina el comportamiento del consumo mundial, sin embargo, confió que esa situación en la que predomina la precaución cambie tan pronto se sientan los efectos de las medidas adoptadas por los países para hacer frente a la crisis.

Silva detalló que mientras los envíos primarios habrían registrado una contracción de 43 por ciento, sumando 1,089.9 millones de dólares, los de valor agregado se habrían reducido en 25 por ciento, al reportar 467.3 millones.

“Estos resultados deben analizarse con cuidado porque las estadísticas de un mes son sensibles a diversos factores, entre ellos el proceso de corrección de precios que se desencadenó desde el último trimestre del año pasado y que contrasta con los altos niveles nominales registrados en el primer semestre del 2008”, comentó.

Por ejemplo, las exportaciones no tradicionales de enero del año pasado crecieron 58.6 por ciento en términos nominales, respecto a enero del 2007, lo que se explica por ventas excepcionales y a mayores precios de productos de los subsectores agro y confecciones-textiles, a nuevos mercados como China y Venezuela, respectivamente.

“En enero de este año el efecto estadístico de la entrada a nuevos mercados de ese mismo mes del año pasado desaparece pues China y Venezuela ya son parte de nuestra cartera de clientes. Asimismo, este año se está experimentando una corrección importante de precios”, explicó.

En volumen las exportaciones no tradicionales cayeron en sólo 3.4 por ciento en enero último, respecto a similar mes del año pasado, pero ese mismo volumen (de enero del 2009) es superior en 54 por ciento a lo exportado en enero del 2007.




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Utilidad de chilena Falabella bajó un 14,5%

AméricaEconomía - El sitio de los negocios globales de América Latina

La minorista que opera en Chile, Argentina, Perú y Colombia obtuvo una ganancia de US$ 321 millones durante el año pasado.
por Reuters


Santiago. El grupo minorista chileno Falabella, una de las mayores firmas del rubro en América Latina, reportó el viernes una caída interanual de un 14,5 por ciento en su utilidad entre enero y diciembre del 2008.

Falabella, con casa matriz en Santiago y unidades de operación en Chile, Argentina, Perú y Colombia, obtuvo una ganancia de 202.013 millones de pesos, equivalente a unos 321 millones de dólares.

El grupo tiene una fuerte presencia en el negocio de tiendas por departamentos, de mejoramiento del hogar y supermercados. Además, participa en el negocio de las tarjetas de crédito y banca de personas, entre otros.




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La marca blanca se impone en la guerra del súper

La retirada de productos para colocar los de la propia cadena deja menos elección al consumidor - Los fabricantes se rebelan

AMANDA MARS 28/02/2009

Antes de que nacieran las marcas comerciales de hoy, el tendero tenía la sartén por el mango. Buena parte de las mercancías carecían de identidad antes del siglo XVIII, y los distribuidores las compraban allá donde las encontraban más baratas, con lo que eran los distribuidores los que fijaban el precio. La creación de la marca significó un dni para el producto, que así logró presentarse directamente al consumidor, puenteando al tendero, para conseguir que el público demandase, no el producto en sí, sino su marca en concreto. Así que el tendero estaba obligado a tenerlo para satisfacer al cliente. Y era el fabricante el que marcaba el precio.

La puntilla la ha puesto la crisis por la caída histórica de las compras

Los artículos de los distribuidores crecen el triple que los demás

Mercadona ha retirado 800 referencias por su escasa rotación

"Tuvimos tomate frito con calcio", comenta el gestor de una cadena

Una marca líder tiene plaza asegurada; sufrirán las segundas

Es lo que cuentan los libros de historia de la publicidad. Lo que habría que añadir ahora es que aquel tendero se ha inventado su propia marca, que ésta suele ser más barata que el resto, que se ha interpuesto en el camino entre fabricante y cliente, y vuelve tener, esta vez sólo en parte, esa sartén por el mango. La marca del distribuidor (conocida originariamente como "marca blanca", apelativo que hoy detesta el sector, porque se asocia al bajo coste) ha dado un salto espectacular en los últimos años: si en 1991 suponía el 7,7% de gasto en compras de los supermercados, en 2008 superó el 30%, según distintos datos de las principales consultoras del sector, Nielsen y TNS Worldpanel. En total movieron 11.550 millones de euros.

La puntilla a este tirón lo ha dado la crisis económica, con una caída histórica del consumo del 2,3% en el último trimestre de 2008. Y es que un tarro de paté Casa Tarradellas valía el pasado jueves 0,79 euros en un supermercado Mercadona de Barcelona. Mientras que otro frasco del mismo producto, en otro sabor, fabricado también por Casa Tarradellas para la marca Hacendado, de Mercadona, valía 0,63.

Cada porción del pastel que la marca del súper se empieza a comer es una porción que las primeras marcas dejan de tomarse, con lo que el conflicto está servido. Para Dia, su marca propia significa ya el 50% de sus ventas; para Carrefour, hasta el 25%; para Mercadona, el 35%, y para Caprabo-Eroski, del 20% al 30%. Para El Corte Inglés-Hipercor, hasta un máximo del 22%, y ha lanzado incluso una nueva marca más económica, Aliada.

"Las marcas blancas han crecido mucho en los últimos años, al nivel de otros países europeos, y tienen una gran aceptación entre los clientes más jóvenes. Por eso podemos pensar que aún tienen potencial en España", opina Ignacio García Magarzo, director general de Asedas, la patronal de los distribuidores. Dentro del fenómeno de bajo coste, los expertos del consumo explican que los españoles han pasado de presumir sobre cuánto gastan en algo, en hacerlo sobre lo barato que les ha salido un producto.

Mientras la facturación de las marcas tradicionales creció sólo un 4,3% en alimentación el año pasado, según datos de Nielsen para Alimarket, la de los distribuidores avanzó un 18,2%. Y en droguería-perfumería, la caída del 0,5% de los fabricantes contrasta con el avance del 13,6% de los distribuidores.

Los detractores se quejan de una menor calidad y libertad de elección para el cliente, además de que resta recursos a las primeras marcas, que son las que más invierten en I+D. Al tirón de la marca blanca han contribuido también la expansión de cadenas como Aldi o Lidl, que se centran en productos de padres poco conocidos a precios muy populares. Esta última ha empezado de hecho una campaña en la que se abraza al lema de que "la calidad no tiene por qué ser cara".

La enésima mecha la acaba de encender Mercadona: la cadena ha decidido eliminar de sus estantes hasta 800 referencias, la mitad de ellas marcas propias (Hacendado, Bosque Verde y Deliplus) y el resto de otros fabricantes, por considerar que no tienen suficiente rotación, es decir, que se compran poco, y con el fin de poder reducir los precios hasta un 10%. "En la época de la abundancia nos hemos pasado con el número de referencias e inventando opciones que no satisfacen verdaderamente una necesidad... Llegamos a tener tomate frito con calcio. Para bajar precios, hay que volver a la sencillez", dicen fuentes de la cadena valenciana.

Esto significa que muchas marcas han visto reducido el número de sus productos. Gallo, por ejemplo, ha visto eliminadas 13 de 47, con lo que pierde el 26% de sus ingresos en los supermercados de Mercadona. Otros, como los atunes en conserva de Calvo o las bayetas Vileda han desaparecido. Y teniendo en cuenta que Mercadona aglutina el 20% de las ventas del sector, a muchos fabricantes les salen escamas.

En todos los grupos han ganado espacio las marcas propias en los últimos años, pero otras firmas, como Carrefour o El Corte Inglés, se desmarcan de este golpe de volante y descartan subir mucho más sus marcas propias.

El problema -o reto, en el lenguaje de los hombres de negocios- no es menor. Hojiblanca ha visto desaparecer su aceite Torcaoliva, una marca local, de las estanterías de Mercadona. El director general de la empresa aceitera, Antonio Luque, se queja: "Si el dueño de los lineales sólo se preocupa de buscar el aceite más barato y sólo ofrece éste, ¿cómo podrán comparar calidades los consumidores y elegir el que más les gusta? ¿A qué se dedicarán los agricultores?". También sostiene que Mercadona ha invertido en olivos en Portugal y el norte de África.

La cadena lo niega con rotundidad y saca pecho: "Los 58 millones de litros de aceite que vendemos están comprados en Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha. El 90% de nuestros productos de marca propia están producidos en España". Mercadona, asegura, realiza compras a proveedores españoles por valor de 14.000 millones de euros.

Lluís García Renart, profesor de la escuela de negocios IESE, explica cómo funciona el tinglado: "Una cadena que vende el 20% de todo lo que se vende en España le dice a un fabricante. ¿Por cuánto me harías un café que esté bien? Mira, ahórrate el gasto en publicidad porque no te hará falta, ahórrate buena parte de la logística y también todo el equipo comercial, porque de todo eso me encargo yo. Fabríqueme toneladas, a buen precio y, a cambio, en mis tiendas sólo se venderá su marca".

Ello explica que, además de cientos y cientos de pequeños proveedores menos conocidos, por ejemplo, la pasta fresca que se vende en Condis sólo sea de dos marcas: la italiana Rana y la de Condis, que también fabrica Rana. O que las galletas Hacendado, una marca propia de Mercadona, estén hechas por Siro. O que Casa Tarradellas produzca sus pizzas frescas. Y que Zahor elabore el chocolate de Eroski.

El grupo vasco, propietario desde hace un año de la catalana Caprabo, tiene muy claro adónde va en esta batalla. "Tenemos alrededor de 2.000 productos de marca propia. Desde hace tiempo la tendencia de ventas es ascendente, y es una tendencia más estructural que coyuntural", dicen fuentes de Eroski. En alimentación, uno de cada tres productos que se compran en sus tiendas son de la casa.

Otros fabricantes se quejan en privado, dado que no pueden criticar a su todavía gran cliente, y alertan del peligro para sus puestos de trabajo por la caída de sus ventas. Otros enseñan la patita de otra forma. Por ejemplo, Danone deja claro en sus últimos anuncios publicitarios que "Danone no fabrica para otras marcas". "Pero esto no responde a ninguna guerra", se apresuran a responder desde la compañía. "Simplemente nos preocupamos de que los consumidores estén bien informados y sepan que no producimos para otros. Porque cada vez que sacamos un producto a la venta hay un importante esfuerzo de innovación detrás", agregan.

Esta compañía también ha sufrido un recorte de sus productos en Mercadona. La cadena ha eliminado sobre una decena de sus artículos, de los casi 100 que tenía, y sobre todo en formatos. Por ejemplo, antes ofrecía lotes del yogur bebible Actimel de 12 y 6 unidades y ahora sólo venderá de seis u ocho.

Porque una marca líder, como Actimel, demandada por los consumidores, tiene plaza asegurada en los supermercados si éstos pretenden contentar a sus clientes, pero las segundas y terceras marcas lo tienen crudo con este modelo. "Es que las marcas del distribuidor se han sabido posicionar muy bien, han creado una imagen propia de prestigio, así que el resto de marcas, que cobran un sobreprecio y no aportan valor, lo tiene mal. Pero en España, los consumidores son fieles a su supermercado, no a la marca del supermercado en sí", opina Beatriz Soler, directora del Observatorio de la Marca de Esade.

El peso de la marca blanca varía en función del tipo de producto: supone el 35% de todas las ventas de alimentación envasada, según Nielsen, y hasta el 40,9% en droguería y limpieza, aunque aún le quedan recelos que superar en el segmento de la perfumería e higiene (15,4%) y las bebidas (15,5%), donde el público sigue reclamando una marca tradicional.

Aunque, según TNS, el precio medio de los productos de los distribuidores subió el año pasado un 9% respecto a 2007, cuatro puntos más de lo que lo hizo el conjunto del sector, este tipo de artículo sigue siendo, en general, más barato que el de los grandes fabricantes. Un estudio de profesores de la Universidad Complutense de Madrid y recogido por Mercasa señala que las marcas del distribuidor permiten ahorrar entre un 18% y un 42% respecto al resto.

"Pero las marcas blancas no son siempre las más baratas", alerta Rubén Sánchez, portavoz de la asociación de consumidores Facua. "Suelen ser más económicas, pero también se utilizan de gancho por parte de las cadenas para atraer al público que busca bajo precio. El Corte Inglés, por ejemplo, además de su marca blanca habitual ha sacado ahora Aliada, una nueva de bajo coste para poner más énfasis en este concepto".

Fuentes de El Corte Inglés explican que Aliada "se lanzó para dar respuesta a algo que demandaba el cliente, que son los precios más bajos, con la garantía de El Corte Inglés detrás". El grupo también tiene las marcas El Corte Inglés e Hipercor, aunque destaca que no renuncia a la variedad del surtido.

Ni Facua ni la Confederación Españolas de Amas de Casa y Consumidores (CEACCU) ponen pegas a la expansión de las marcas propias de los súper, siempre y cuando mantengan la calidad y hagan público quién es el fabricante del alimento en cuestión, lo que no ocurre siempre. "La estrategia de Mercadona es lícita. No es ni buena ni mala, será el consumidor el que decida ir al supermercado con poca variedad o no", sentencia Rubén Sánchez.

El éxito de una política tan rotunda no está claro al 100%, aunque el experimento en otros países funciona. En el Reino Unido, por ejemplo, con una tradición más antigua en el negocio de la marca del distribuidor, los productos de los supermercados Tesco son éxito de ventas. La británica Asda, por ejemplo, también ha retirado el 30% de sus productos de marca. Y la belga Delhaize ha retirado 300 productos de Unilever.

Francia es el país de Europa registra un mayor peso de las marcas de distribuidor. En los supermercados de la cadena Dia en España la cuota de ventas de sus marcas propias alcanza el 50%, pero en Francia se dispara hasta el 75%. En cuanto al debate con los fabricantes, la firma zanja la cuestión señalando que "la consigna de Dia siempre ha sido lograr el mejor producto al mejor precio, y no tiene que ver con la crisis".

El problema puede llegar cuando el cliente se plante delante de las estanterías de su supermercado habitual y no encuentre más que una marca o dos. El director general de Condis, Enrique Ezquerra, recuerda que "más del 50% de la decisión de compra se toma en el mismo punto de venta".

Según fuentes del sector, el no disponer de margen de maniobra puede generar frustración en el consumidor al que, aunque acabe comprando lo mismo, le gusta poder elegir.

Cuando se ponen a elucubrar sobre el futuro, los expertos del sector de la distribución admiten que el peso de la marca propia "ya no podrá crecer mucho más del 30 y pico por ciento" y que la tendencia de futuro no deja de apuntar a una mayor concentración en el sector, es decir, menos empresas pero mayores, con todo lo bueno y malo que eso conlleva para el consumo.

"Lo que hay en el fondo no es más que la pelea por el cliente", explica un experto del sector de la distribución. Cómo el vendedor ha dejado de ser intermediario en la compra para hablar de tú a tú al fabricante. Y los empresarios de la alimentación también atacan el terreno del distribuidor, a su manera. "Por ejemplo, con el Nespresso, es una marca de café que sólo se puede comprar a través de su canal y de ninguna más", cuestionan fuentes del sector. Otros fabricantes, como Lindt, han abierto sus propias tiendas. "Hay que dejar de hablar de batallas y apostar por un modelo de colaboración entre fabricantes y distribuidores", zanja la misma fuente.



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La chispa de Einstein en 8 relatos.


Las genialidades de un hombre realmente GENIAL!!












Albert Einstein(1879-1955), Premio Nóbel de Física en 1921, gozó de una rapidez mental propia de un genial humorista

*1*
Un periodista le preguntó a Einstein:
- '¿Me puede Ud. explicar la Ley de la Relatividad?'
Y Einstein le contestó:
- '¿Me puede Ud. explicar cómo se fríe un huevo?'
El periodista lo miró extrañado y le contesta:
- 'Pues, sí, sí que puedo'.
A lo cual Einstein replicó:
- 'Bueno, pues hágalo, pero imaginando que yo no se lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego'.

*2*
Durante el nazismo Einstein, a causa de ser judío, debió de soportar una guerra en su contra urdida con el fin de desprestigiar sus investigaciones. Uno de estos intentos se dio cuando se compilaron las opiniones de 100 científicos que contradecían las de Einstein, editadas en un libro llamado 'Cien autores en contra de Einstein'. A esto Einstein respondió:
-'¿Por qué cien?. Si estuviese errado haría falta solo uno'.

*3*
En una conferencia que Einstein dio en un Colegio de Francia, el escritor francés Paul Valery le preguntó:
- 'Profesor Einstein, cuando tiene una idea original, ¿qué hace? ¿La anota en un cuaderno o en una hoja suelta?'
A lo que Einstein respondió:
-'Cuando tengo una idea original no se me olvida'.

*4*
Einstein tuvo tres nacionalidades: alemana, suiza y estadounidense. Al final de su vida, un periodista le preguntó que posibles repercusiones habían tenido sobre su fama estos cambios.
Einstein respondió:
- 'Si mis teorías hubieran resultado falsas, los estadounidenses dirían que yo era un físico suizo; los suizos que era un científico alemán; y los alemanes que era un astrónomo judío'.

*5*
En 1919, Einstein fue invitado por el inglés lord Haldane a compartir una velada con diferentes personalidades. Entre éstas había un aristócrata muy interesado en los trabajos del físico. Tras una larga conversación, el inglés explicó a Einstein que había perdido recientemente a su mayordomo y que aún no había encontrado un sustituto.
- 'La raya del pantalón la he tenido que hacer yo mismo, y el planchado me ha costado casi dos horas'.
A lo que Einstein comentó:
-'Me lo va a decir a mi. ¿Ve usted estas arrugas de mi pantalón? Pues he tardado casi cinco años en conseguirlas.'

*6*
En una reunión social Marilyn Monroe se cruzó con Albert Einstein y ella le sugirió lo siguiente:
-'Qué dice profesor, ¿deberíamos casarnos y tener un hijo juntos? ¿Se imagina un bebe con mi belleza y su inteligencia?'.
Einstein muy seriamente le respondió:
- 'Desafortunadamente temo que el experimento salga a la inversa y terminemos con un hijo con mi belleza y su inteligencia'.

*7*
Se cuenta que en una reunión social Einstein coincidió con el actor Charles Chaplin. En el transcurso de la conversación, Einstein le dijo a Chaplin:
-'Lo que he admirado siempre de usted es que su arte es universal; todo el mundo le comprende y le admira'.
A lo que Chaplin respondió:
-'Lo suyo es mucho más digno de respeto: todo el mundo lo admira y prácticamente nadie lo comprende'.

*8*
Y por último uno de los chistes favoritos que Einstein relatara en reuniones con políticos y científicos.

Se cuenta que en los años 20 cuando Albert Einstein empezaba a ser conocido por su Teoría de la Relatividad, era con frecuencia solicitado por las universidades para dar conferencias. Dado que no le gustaba conducir y sin embargo el coche le resultaba muy cómodo para sus desplazamientos, contrató los servicios de un chofer. Después de varios días de viaje, Einstein le comentó al chofer lo aburrido que era repetir lo mismo una y otra vez.
- 'Si quiere -le dijo el chofer- lo puedo sustituir por una noche. He oído su conferencia tantas veces que la puedo recitar palabra por palabra.'

Einstein estuvo de acuerdo y antes de llegar al siguiente lugar, intercambiaron sus ropas y Einstein se puso al volante.

Llegaron a la sala donde se iba a celebrar la conferencia y como ninguno de los académicos presentes conocía a Einstein, no se descubrió la farsa. El chofer expuso la conferencia que había oído repetir tantas veces a Einstein.

Al final, un profesor en la audiencia le hizo una pregunta. El chofer no tenía ni idea de cuál podía ser la respuesta, sin embargo tuvo una chispa de inspiración y le contestó:

- 'La pregunta que me hace es tan sencilla que dejaré que se la responda la persona que se encuentra al final de la sala..., que es mi chofer'.



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Cuentos del barrio Sears





Por andresospina el 27 de Febrero 2009 2:33 PM

Historias, memorias e imágenes del barrio antaño conocido por ese nombre y hoy profanamente rebautizado con el de Galerías.

01.jpgCasa en venta

Como un dominó, el contingente de ancianos se va muriendo de seguido y por turnos. Su presencia comienza a provocar en las familias el mismo sentimiento que aquel producido por algún mobiliario raído del que esperan deshacerse.

Sus historias y sus cosas van devaluándose a un ritmo veloz y parecido al de la degradación propia e inevitable. Su voz, incapaz como ya es de hablar con la fuerza de mejores días o de defenderse, ya no les es suficiente como para hacerse oír por los salones de la casa a la que empezaron a comprar con dificultad y a plazos hace 60 años, y que ha envejecido con ellos. Que ya principió a ser abandonada, y por la que caminan sus últimos pasos, con suma dificultad.

Sus hijos, nietos y bisnietos aguardan, en una ansiedad contenida, vergonzante y silenciosa, por aquel día en que el tiempo se los lleve, sin causar muchos gastos. Cada vez se tardan más en su recorrido mensual para cobrar la pensión, también diezmada. Y eso no preocupa a nadie.

Ellos tampoco son del todo jóvenes. Ya hay asomos de alopecia, aumento de peso y arrugas dibujándose en sus caras, un tanto marchitas y endurecidas. Pero les deben quedar algunos años más, y no piensan vivirlos metidos en una húmeda casona, con pisos de madera gastada y tuberías enfermas del mal de ariete.

Con taburetes, poltronas y comedores anacrónicos y pinturas al óleo de antepasados, de cuyo nombre sólo se acuerdan los viejos. Con recortes de revistas, periódicos y baúles de cosas que habrán de irse a la basura, una vez la carta de defunción de sus propietarios haya sido diligenciada.

El barrio se les antoja desvencijado, como en efecto lo es. Por años han tratado de convencer al abuelo viudo de vender, para así conseguir un pequeño apartamento a menor precio, de esos tan modernos que hay, con portería y ascensor, y al mismo tiempo dar a cada uno de los voraces herederos su correspondiente ración por anticipado.

Y así las casas y los vecindarios enteros, uno a uno, también agonizan de a pocos. Tristes y resignadas a lo que sus dueños habrán de decidir por ellos. Temerosas e indefensas ante la inminente llegada de algún constructor presto a destrozarlas en dos días, maceta y cincel en mano, con el fin de erigir sobre sus ruinas algún parqueadero, un concesionario de Comcel, una fritanguería o un edificio inteligente.

Puesto que no hay mucho que pueda hacerse para evitar que el anciano muera, que los hijos vendan, que el constructor compre, que el inversionista edifique o que el barrio se extinga, he decidido venir a contar esto, incluso ahora, cuando ya es más que tarde.

Es la historia (aquella que recuerdo) del barrio al que siempre seguiré llamando Sears. Aquel lugar en donde viví entre 1976 y 1982. En donde desperté a la conciencia y de donde me fui, en 1982, justo cuando dejé el jardín infantil para seguir cumpliendo con mi condena académica, por 13 años más. Aquel lugar que hoy sólo existe en los recuerdos de quienes, como yo, decidimos cambiar el presente por una eterna mirada hacia lo que se nos fue, suponiendo acaso que así parte de ello permanecerá con vida, mientras alguien se ocupe de hablar sobre ello.

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Memoria fotográfica

Las primeras cosas que recuerdo sin esa nata opaca que rodea a las imágenes una vez abrimos los ojos deben datar de 1979, cuando yo acababa de cumplir tres años. Vivíamos en una casa de dos plantas, con jardín, un par de entradas, terraza, altillo, shut de basuras y bidés, identificada por los números 21-11 y 21-09 de la Calle 54.

La nomenclatura ha sido cambiada. Pero eso es algo que a sabiendas habré de ignorar. Era el vecindario entonces conocido como Sears, y hoy, burda y profanamente llamado Galerías.

Sears no era, ni mucho menos, un sector opulento, lujoso o digno de algo particular qué mencionar. Pero fue uno de los lugares en donde crecí, y por ello algo en mí lo quiere recordar como si fuera o como si hubiese sido especial.

La de Sears fue la casa de mis abuelitos, de mi tío, de mi mamá, de mi nana, y de todos los que crecimos bajo su amparo generoso, entre 1973 y 1982, momento en que (a mis seis años) la vendieron para cambiarla por dos apartamentos más al norte, más costosos, y también más pequeños.

Así pues, mis días iniciales en el mundo, aquellos a los que la pátina del tiempo ha decorado con mayor generosidad y nostalgia, transcurrieron en este vecindario simple y sin pretensiones. Sin embargo, estoy en disposición de jurar por quien sea que tampoco era el cada vez menos decente lugar que hoy es.

Puesto que entre los 0 y los 18 años de edad me mudé en cuatro oportunidades diferentes, siempre dentro de la ciudad, puedo decir con cierto orgullo de forzado nómada urbano, que crecí en cuatro barrios diferentes. En Sears fui párvulo. En Quinta Camacho, infante. En Santa Bárbara, pre y post adolescente. Y en La Cabrera, adulto joven.

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Pienso en la casa de Sears y pienso en mi abuelito viniendo a almorzar al mediodía desde su trabajo en el Centro. Mojado por la lluvia bogotana. Con paraguas, zapatones y gabardina. Recuerdo el olor a amalgamas y productos de gabinete dental del tío, quien había comenzado a estudiar odontología. Todavía huelo las pinturas Roseta y las acuarelas que mi mamá usaba los fines de semanas para decorar con un pincel mis sábanas y almohadas, y la veo estacionando su Dodge Polara en la cochera. Pienso en el aroma del polvo levantado por la llovizna tímida de domingo, y en los rostros tristes o esperanzados de aquellos a quienes por la ventana veía venir desde El Campín. Hoy creo que Sears era sobre todo fragancias. Y que la memoria olfativa es la menos olvidadiza de todas.

Mis padres se casaron y se separaron en corto tiempo. Batieron la marca familiar de permanencia marital cuando, después de cuatro meses de haber contraído matrimonio, ella se dio cuenta de que se había equivocado. Por ello, ya conmigo en camino, regresó a vivir de nuevo a casa en compañía de padres y hermano responsable, hasta que las cosas se estabilizaran. Eso fue en 1976. Pero esa es otra historia.

Aquella vivienda era sorprendentemente grande para los estándares actuales. Una entrada principal y otra auxiliar, cuatro habitaciones, un cuarto de herramientas, una terraza con escalera interior que comunicaba al patio de ropas, un buitrón, dos patios, un comedor de seis puestos en la cocina y otro de ocho en la sala. El cuarto principal estaba comunicado con la cocina por un sistema de citofonía, con el que me gustaba jugar al intercomunicador.

Por tanto era un buen sitio para quien estuviera aprendiendo a caminar sin obstáculos. También favorecía el ejercicio de actividades creativas ociosas, y permitía el libre desarrollo de la bulla y el escándalo impunes. El corredor estaba decorado con un papel de colgadura en el que había flores estampadas. Los tapetes de cada habitación eran distintos. El de mi mamá era rojo; el del corredor, verdoso. De los otros no me acuerdo con mucha claridad. Había otro amarillo, creo.

En los bajos, y sin tener más de 12 años, mi tío intentó en alguna época instalar una venta de helados de fabricación casera, un expendio de dulces, y un espacio para el alquiler e intercambio de historietas cómicas -cuentos, les decían en ese entonces- de Archie, Linterna Verde, la legión completa de Superamigos y el Doctor Mortis, todas ellas empresas fallidas.

Recorrer la casa completa sin ser un experto en materia de locomoción podía llegar a tomarme 10 ó 15 minutos, teniendo en cuenta que nunca supe gatear. Las labores de manutención eran duras, y por ello ni mi abuelita, ni mi nana (a quien me enseñaron a llamar así, no sé porqué, y quien a su vez es mi madre sustituta), ni las dos empleadas que trabajaban con mi familia alcanzaban a dar abasto. No obstante, era limpia y organizada.

Por la ventana, una mañana de sábado vi que el sol penetraba los vidrios convirtiéndose en una especie de prisma-arco iris que se reflejaba sobre el suelo. Es una de las imágenes más coloridas de cuantas albergo de mi infancia.

Mi abuelito, que tenía un jeep Toyota, de esos amarillos clásicos, solía preferir desplazarse en bus hasta su trabajo, en las oficinas de Almacafé, de la Carrera Séptima con Jiménez, en el edificio Nemqueteba. Mi abuelita administraba con tesón e inteligencia el hogar. Mi mamá salía temprano y llegaba tarde de trabajar. Lo primero que compró fue el Polara al que ya mencioné. También me regaló una enciclopedia El Mundo de Los Niños, de Salvat, que fue pagando a plazos, una Plaza Sésamo y una Granja de Fischer Price, además de un caballo de madera, un pianito de juguete y otra veintena de cosas más.

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Cuando la radio era AM

Entre los haberes adolescentes del tío había una grabadora Silver, en la que empecé a oír radio. Ahí aprendí los rudimentos del manejo de cintas magnetofónicas. En el tornamesa Garrard, a manipular discos de 45 y 33 revoluciones por minuto. Gracias a mi destreza precoz en el manejo de tales dispositivos descubrí dos canciones que cambiaron mi vida. 'Whip it', de Devo. Y 'Flash', de Queen. Esta última me llevó a convencer a nana y abuelita de que un día entre semana me llevaran al Astor Plaza para ver la película en cuyo honor había sido escrita la misteriosa canción homónima. Desde entonces me apasioné por grabar casetes y por oír radio.

Eso fue en 1981. Del radio Silver del que hablo, desde los 1550 kilohertz del AM, salían los sonidos de Radio Fantasía, lo más cercano a una emisora de rock en la ciudad. En los 1310 estaba HJJZ. El presentador-locutor-propietario de Radio Fantasía era Álvaro Monroy Guzmán. Promocionaban la Fanta Durazno, la colonia Denim y el almacén de discos Disco Club. Todas las ondas en música. Por la radio supe de la muerte de un niño llamado Nicolás, que se cayó a una zanja, cerca de Pereira. También así me enteré del asesinato de un músico llamado John Lennon.

En ocasiones veía a Jimmy Salcedo y su 'Festival de Semifuso', a la atemorizante 'Pezuña del Diablo', o a Fernando González Pachecho y sus 'Cuidapalos', o a Rosalba Atehortúa y su 'Mundo Curioso'. Había un noticiero llamado 'Telediario', con Arturo Abella. Aún la televisión sólo transmitía a color a ciertas horas. A las 4 había racionamiento eléctrico y la casa moría un poco.

Mi primera experiencia verdaderamente clara se remite a cierto cuarto de San Alejo de aquella casa, en donde mi tío almacenaba algunos juguetes que ya habían dejado de interesarle desde algunos años atrás. De seguro había encontrado otros pretextos para entretenerse. En esa ocasión, husmeando hasta donde mi escaso tamaño me lo permitía, descubrí una pista de autos a escala y un fósil de algún caracol prehistórico de su propiedad, también perdido por ahí. Fue el comienzo de una larga carrera dedicada al profano arte de esculcar.

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Otro de los lugares en donde solía refugiarme era el patio interior, que fue mi reino, y en donde se me permitía pintar a mis anchas y adherir calcomanías de esas que reaccionan al agua.

Al frente de la casa de Sears vivía el doctor Castellanos. No sé si era médico o si tenía entre sus títulos académicos algún doctorado a cuestas. Presumo que no. Pero era así como lo llamaban. Su esposa siempre estuvo enferma de cáncer, pero hasta donde supe nunca murió. Ella tocaba un piano, que debió ser uno de los primeros que vi en la vida. Anduve por tres jardines infantiles antes de anclar en el Federico Froebel, de donde recibí mi título de kindergarden.

Policías y ladrones

Alrededor de la casa de la 54 había un sinfín de otras residencias, casi todas decoradas con mosaicos, piedras laminadas, o fachadas en gravilla lavada, con sus respectivos jardines bien cuidados.

En la de al lado vivían los Muñoz. Sus hijos quedaron huérfanos en cosa de un año. Él era funcionario del DAS. El día en que iba a cumplir su misión final, antes de jubilarse, un infarto se lo llevó en medio de la acción sin haberle dado tiempo de despedirse. Irónico hecho aquel de marcharse en la víspera de un nuevo comienzo, después de haber sobrevivido a tantos riesgos extremos. Anita, la mamá, murió de cáncer muy poco después, y fue así como los Muñoz dejaron de ser nuestros vecinos.

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A lo que una vez fue de los Muñoz se mudaron los Prieto. De ellos recuerdo un viejo automóvil de los 50 (debió ser un Ford, que ya era viejo en ese entonces) siempre estacionado fuera, y la imagen de un casete de Rubén Blades llamado 'Siembra' sin caja puesto sobre el comedor. No debían de haber corrido más de dos años desde su lanzamiento.

Alguna vez mi abuelita y la nana estaban permitiéndose una pausa doméstica, dedicadas a la contemplación fiel de la telenovela Esmeralda -con José Bardina y Lupita Ferrer como protagonistas-. Mientras tanto Lucía, a quien llamábamos Luchita y que además era la madre de la nana, apuntaba distraída hacia las flores con su manguera verde (larga y delgada, como una serpiente) dejando el portón abierto. Un malhechor novato aprovechó tan ideal escenario para adentrarse en la casa.

Sigiloso se fue colando por el corredor hasta llegar al cuarto colindante con el de mis abuelitos, sin que nadie lo sintiera.

Guillermo Prieto, el vecino, lo divisó a lo lejos. Tomó su revólver de la mesa y se fue presuroso hasta la puerta de la carrera 21 para esperar a que el aprendiz de criminal saliera para encañonarlo.

Ya para entonces el novel bribonzuelo había tomado para sí algunos artículos de plata procedentes de la sala, en calidad de botín de guerra. Guillermo lo interceptó. Decente como el señor Prieto era, sin insultarlo lo conminó a regresar los objetos a su lugar y salir por donde había entrado. -Ponga las cosas en su sitio otra vez, o lo mato-, le advirtió.

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Sin ninguna duda acerca de la veracidad en las palabras del espontáneo héroe y dando muestras de su inexperiencia, el prospecto de delincuente volvió por las escaleras para así dejar las cosas sobre ésta y así evitarse una muerte prematura e indigna.

La nana lo vio al salir del cuarto en donde, en compañía de mi abuelita estaba contemplando el famoso teleseriado. Presa del pánico y aún valiente la nana exigió al malandrín revelación que se fuera cuanto antes.

Luego regresó hasta donde mi abuelita. Cerró la puerta con brusquedad, le comentó lo que estaba sucediendo y se quedó paralizada. Mi abuelita, que estaba conmigo protegiéndome, hizo lo propio, y comenzó a pedir auxilio a la gente desde la ventana.

Asustado, sin llevarse nada, y contraviniendo los preceptos mínimos del sentido común el pueril criminal se resguardó en mi habitación y se lanzó por la ventana que daba contra la calle 54. Quizá con ello se dio por terminada en forma prematura una prometedora carrera en las artes del hurto y la delincuencia común. Por fortuna en ese entonces el piso era de grama y había jardín. Porque si tal situación hubiese tenido lugar por estos días, tal vez el hamponcillo habría perecido estrellado contra el asfalto, o trinchado por algún guijarro oxidado, de los que hoy abundan por ahí.

A raíz del asunto se instalaron rejas y el aspecto de la casa se tornó algo más antipático.

A la lista de atentados contra la propiedad también se suma el hurto exitoso de la bicicleta Monark color naranja del tío. Era uno de esos modelos Monareta, con espaldar incluido.

Ya por cuenta de la distracción de Luchita y de la manguera asesina habían ocurrido algunas otras felices irregularidades.

En cierta ocasión sin darse cuenta ella disparó con el atomizador de agua a un infeliz pajarito copetón que iba de viaje por el jardín. El impacto lo maltrató a tal grado que una vez repuesto del pánico inicial le fue imposible alzar el vuelo, por lo que se quedó a vivir con nosotros durante algún tiempo. Lo llamamos Francisquito y fue mi primera mascota. Ya recuperado Francisquito se fue sin que nos diéramos cuenta. Supe entonces que los pájaros son amigos de irse sin mayores ceremonias. Y que en ocasiones es mejor así.

Hubo, con posterioridad a Francisquito otros animales conviviendo con nosotros. Tras mi nacimiento habían despedido a Pinina, la perrita pequinesa del hogar, porque estaba comenzando a meterse en mi cuna, cosa que no pareció complacer a nadie. Tal vez tuvieron miedo de que en un impulso caníbal ella decidiera convertirme en parte de su dieta.

Había además un acuario en el que me gustaba meter las manos, intentando establecer contacto directo con sus habitantes. Y hubo una bandada de patos. Y algunas otras criaturas domésticas, silvestres o salvajes que se resguardaron con nosotros bajo aquel techo de la casa de Sears.

07.jpgGrandes Almacenes Sears

El barrio creció a partir de los Grandes Almacenes Sears, especie de mall aclimatado en la meseta, propiedad de la firma Sears y Roebuck.

El Sears de la 53 fue inaugurado en 1954. Entre ese año y 1931, gran parte del sector, incluida una buena porción de los predios del barrio y el Coliseo y el Estadio El Campín pertenecieron a don Nemesio Camacho.

En el lugar escogido para el emplazamiento del primer gran centro de comercio en la ciudad antes había funcionado lo que se llamó Estadio Hipódromo, cuya entrada estaba en la calle 53 con carrera 22, con sus pesebreras, tribunas, pistas y bosques de eucaliptos. Epicentro de reunión para los amigos de la hípica, y espacio fértil para el inicio de romances y relaciones sociales de provecho, a su alrededor se formaban embotellamientos considerables.

Hoy, la densidad de viviendas, choricerías, cacharrerías y misceláneas que han echado raíces en derredor, hace difícil pensar en que alguna vez hubo ahí algo llamado grama.

Cerca del Estadio estuvo lo que se llamó Vivero Municipal, en predios en donde hoy se encuentra la academia de tenis.

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El eminente urbanista Karl Bruner fue contratado a mediados de siglo para diseñar el vecindario. Bruner aprovechó el entorno ya existente y conservó los elementos esenciales que configuraban el sector: a saber, el Zanjón del Polo (actual diagonal 53), la Quebrada de las Delicias (calle 58), y el flanco norte del Hipódromo (diagonal 54).

El austríaco realizó además el trazado urbano para el sector que luego se conocería como San Luis. El parque del lugar, diseñado por él, sigue pareciéndose mucho al original, suerte distinta a la que corrió el Julio E. Lleras, ubicado entre la diagonal 53 y la calle 54 y las carreras 18 y 19.

En principio estuvo dotado de rampas y banderas, en las que muchos niños se iniciaron en el arte de hacer piruetas, a veces peligrosas. Ahí surgió la Policía Juvenil (fundada por el Sargento Torres), institución cuya imagen hizo parte de contraportadas de cuadernos de colegio hace ya mucho tiempo. Las rampas desaparecieron en 1971 y el Parque dejó de ser lo que fue.

Los predios del antiguo hipódromo fueron puestos en venta en 1951 y se mantuvieron así por dos años, cuando en 1953 Sears Roebuck & Co decidió hacerse a ellos para construir una de sus sucursales, lo que tal vez se constituiría en el primer gran momento de lo que hoy se conoce como tiendas de 'grandes superficies'.

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Sears, así como lo recuerdo, era esplendoroso. Con sus escaleras eléctricas, su estación de gasolina y su olor a nuevo. En las navidades, que comenzaban en diciembre -como debe ser-, y no en octubre -como es la costumbre de estos tiempos-, instalaban a las afueras un pino artificial gigantesco que hizo época. Así como también la hicieron los avisos en screen con los precios, que ya entonces iban implementando la costumbre de aproximar las cifras mediante ese recurso engañoso del 499 con 99.

Cada determinado tiempo el muro exterior de Sears era decorado por un aviso gigantesco en el que se promocionaban las rebajas de mitaca con un insinuante texto que rezaba "El gerente se fue de vacas" y una caricatura tipo Hanna y Barbera de un ejecutivo saliendo de viaje, maleta en mano. Era su forma de anunciar las baratas de temporada. En Sears vendían toda clase de electrodomésticos, además de artículos de hogar, ferretería, discos y casetes, pantalones Baboo y Lee, y overoles Caribú.

También establecían una vitrina especial para juguetes llamada 'Juguetelandia', en donde se tentaban los ojos de los transeúntes con diversos modelos de trenes, pequeños autos de colección, y toda suerte de juegos, primorosamente exhibidos en vitrinas, una de las grandes virtudes de Sears.

Mucho antes de que yo naciera Gloria Valencia de Castaño presentaba programas televisivos patrocinados por el almacén y bastante conocidos, tales como 'La llamada Sears' y 'Juguetelandia Sears', pioneros de los concursos telefónicos a larga distancia, replicados con mucho éxito 20 años después por Pacheco en su 'Programa del millón' y por Jimmy Salcedo en su 'Llamada Do-Re-Millonaria".

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Pero lo que tal vez se quedó más aferrado a mi mente entre tantas cosas qué decir sobre Sears fueron los teclistas que a la entrada, vestidos de chaleco y corbata, se ocupaban de exhibir los órganos Bontempi.

Hablo de esos teclados eléctricos aparatosos, provistos con una buena cantidad de botones para simular timbres de distintos instrumentos y base de ritmos. Y llenos de pedales para la ejecución de los tonos bajos. Las percusiones eran sintéticas y un tanto cómicas. No obstante, siempre quise ser el dueño de uno de esos Bontempis.

Sears sirvió de escuela para algunos talentos. De hecho, escenógrafos reputados de nuestra televisión como Guarnizo y Lizarralde se han basado en los catálogos de la marca para ciertos vestuarios de época en distintos seriados, y pintores como Gabriel Guerrero Mora iniciaron sus carreras como decoradores al servicio de la empresa.

Entre tiendas y mercados

Pero aparte del inmenso almacén hubo otros negocios menos gigantistas que crecieron a su sombra. En los 50, los propietarios del restaurante Oasis, célebre fábrica de pandeyucas y masatos de Funza trató de fundar una sucursal aledaña a Sears. El asunto no funcionó porque, según un amigo de Gustavo Orjuela, su propietario, "el pandeyuca no iba a saber lo mismo en Sears que en Funza".

Algunos probaron suerte con mejores resultados. La carnicera del barrio se llamaba Lupe. Recuerdo que envolvía la mercancía en una especie de papel para formas continuas, con franjas blancas y verdes, quizá tomadas de algún arcaico centro de cómputo. Tenía un hacha que alcanzaba a intimidarme. El mercado de carne y verdura costaba unos 300 pesos. Lupe era dueña también de un restaurante adjunto, en donde los comensales disfrutaban de sus alimentos mientras los frigoríficos dejaban a la vista vísceras, y órganos vitales bovinos y porcinos.

El negocio vecino estaba ocupado por un club de billares, sobre la 21 con 54. Había también mercado en diagonal a la casa, sobre la 54. La señora que atendía se vestía de negro y se llamaba Isabelita.

En 1963 fue construida la primera papelería de Sears: La Merced. Prestó sus servicios hasta mediados de los 90.

Del parque de Sears me sobreviene la imagen de algún domingo en compañía de mi mamá, y de los tanques de helio con globos amarrados en derredor. Y recuerdo haberme empachado y ensuciado sin necesidad con los algodones de azúcar. Ahí nos poníamos a remedar la forma de las nubes con pedacitos de aquella colorida y algodonada golosina. También me recuerdo a mí llegando a la casa con un globo de helio, al globo de helio escapándose de mis manos, y luego reventándose al contacto con uno de los picos de pintura que hacían parte del acabado del techo del primer piso. Y de nuevo a mí llorando el día entero con motivo del globo de helio.

Al frente, por la carrera 21, tres hermanitas ancianas, a quienes mi familia en secreto llamaba 'las viejitas' eran propietarias de una miscelánea. Vendían esa goma arábiga adhesiva de color amarillento envasada en un recipiente pequeño de vidrio que no he vuelto a ver, en cuya boca había una especie de pico dispensador de caucho rojo para el pegamento. También tenían grandes bomboneras con moritas y dulces de anís (a los que desde entonces aborrezco), y envases de cristal con cremalleras, canicas, trompos, estampas no autoadhesivas para llenar los álbumes de entonces y las piezas empacadas en bolsas para jugar un juego llamado 'jazz'.

Puesto que mi costumbre, como la de la mayoría de los pequeños, era la de replicar lo que oía en mi hogar, alguna vez incurrí en el error de llamar a "las viejitas" de esa manera en presencia de ellas, en lugar de "las señoritas", que habría sido lo correcto. Creo haber recibido una buena dosis de correazos como reprimenda por mi imprudencia. A mi generación aún le pegaban.

Avenida Las Palmas

La 57, con sus gigantescas materas en cuyo centro descansan las ya sesentonas palmas canarias sobre el separador, y sus acacios sabaneros a ambos costados, son tal vez el mejor y más persistente símbolo del vecindario. Pero hay otros más.

Quien hoy siga el recorrido por la calle 57, hacia el número 17-23 y sin cansarse se habrá de encontrar con la Iglesia del Divino Salvador, cuya primera piedra fue fijada en marzo de 1948 por Monseñor Emilio de Brigard e inaugurada cinco años después.

Luego apareció el convento, y más adelante el Teatro Santa Fe y sus correspondientes funciones de matiné, vespertina y noche. En los 70 las directivas del Teatro cambiaron las sillas poco ergonómicas de madera por otras más confortables en espuma. Desde 1988 el Santa Fe dejó de ser sala de cine y se dedicó por entero a presentar espectáculos de comedia y obras teatrales.

Otro de los núcleos de crecimiento se fundamentó en la instauración del Carulla de la 57 con 21, en 1953, en cuyo frente estaba Franiers, una discoteca oscura que además fungía de restaurante y heladería.

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El Carulla de El Campín -así le decían- fue el primer supermercado de autoservicio en la ciudad. Allí se implementaron por primera vez las doctrinas norteamericanas modernas de ventas. Los elementos estaban dispuestos a la vista y alcance de los consumidores. Los precios se fijaban en grandes avisos. Con el tiempo se dispuso una heladera y una cartelera en la que podía revisarse la oferta cinematográfica.

Ahí solían llevarme para satisfacer mis caprichos de Kool Aid y Corn Flakes, productos en cuyas cajas había sorpresas varias y calcomanías de Hulk y Spiderman. O del Hombre Increíble y el Hombre Araña, que era como solíamos llamarlos por entonces. De no olvidar son los Mercados Romi de la 53 con 28, y el Ley del barrio, inaugurado en 1967, en donde vendían buenas obleas con arequipe y salsa de mora, por las que solía suplicarle al abuelito.

Lo que queda y lo que no

En la Caracas con 57 está aún la sede de la Institución Educativa Manuela Beltrán. Al frente, del otro costado, ha funcionado desde hace mucho el Club de Billares Chapinero. Y algunos lugares más. Otro de los negocios sobrevivientes es la panadería Marcelino Pan y Vino, de la 57 con 17. Aunque según me pareció está por estos días en venta, de acuerdo con lo que dice un aviso adherido a la vitrina.

Si de pastillaje, bizcochería y pastelería se trataba, visitas obligadas eran la Panadería Verona, de la 49 con 25, en donde al parecer alguna vez adquirimos unos panecillos en cuyo interior luego encontraríamos mucosidades humanas solidificadas. Por eso alguien la apodó 'Mocosia'. Sus homólogas eran la Bimbo, y otra más llamada Trigalia, en la 57 con 20, además de la Panadería Real y la Bucarica, también extintas. La Panificadora Michel, por su parte, sigue como fue.

Arriba de la 21 estaba El Pollo Viajero, que luego se convirtió en La Riviera. Otros vecinos fueron los estudios y oficinas de la cadena de radio Todelar, en su sede de la 57 con 18; el restaurante El Cañón del Chicamocha, en la 57 con 20; y la Droguería Ultramar de la 57 con 21. La Estrella, de la 21 con 53, por su parte, desapareció. Lo mismo les ocurrió a Capri, Electra y Minerva.

Por la 54, la altura de la calle 21 había un edificio blanco, llamativo por los ladrillos huecos que hasta una remodelación hará unos 12 años decoraban su fachada. Era la Corporación Tecnológica de Bogotá. Casi al frente sigue aún intacta la Ferretería El Campín, con su envidiable surtido de herramientas y repuestos.

Y cómo olvidar la remontadora de la 21 con 53, aunque su nombre propio se me haya ido.

En materia de bares y establecimientos dedicados a la diversión y la ingesta de destilados y añejos a los que por obvias razones no fui, recuerdo a la Pizzería Po, sobre la 53 y al bar Smith Wesson (con nombre de artillería) sobre la 53, entre 20 y 21. Estaba el Cream Colombia, que ya bastante decrépito debió desaparecer hace unos 10 años, además de otros homólogos como el K7, La Canasta, y Tisquesusa. Cerca de ahí hubo un restaurante chino de donde evacuaban la comida ya descompuesta a horas hábiles, para disgusto de la vecindad entera.

Por esos lados estuvo también la Peluquería de Homero, sobre la 53 con 24. La cigarrería de don Rogelio sobre la 23 sigue estando ahí. En caso de alguna riña familiar, mi abuelita solía ir a tranquilizarse en sus sillas rojas. Hoy se llama Rogelio Galerías. En donde don Rogelio compré por primera vez uno de esos huevos gigantescos y macizos de dulce. Después de cuatro semanas intentando deshacerlo a fuerza de salivaciones forzosas y mordiscos, preferí arrojarlo al sanitario, ocasionando una oclusión que puso en aprietos al avezado plomero del barrio. Al parecer don Rogelio ya no fabrica kumis ni buñuelos. Entre las desaparecidas está la cigarrería Ascancelas, en donde vendían emparedados de cordero, exactamente sobre la 57, entre 15 y 16. Recuerdo además un Burger King, sobre la 21.

En donde hoy está la librería Panamericana había una juguetería en la que vendían pizarrones con relojes, abecedarios en relieve, maletas de ABC, y figuras de Piolín y de todo el elenco de la Warner, no muy bien dibujados. También estaba la Galería de la Paleta en su local original, fundado en 1965. Hoy tienen otro dentro del mismo edificio, aunque bastante menos ostentoso que en sus primeros años.

Junto a La Paleta, alrededor de 1980 fundaron el primer alquiler de películas en Betamax de Sears. La deplorable calidad de las copias inspiró a mi abuelito para dar al establecimiento el mote cariñoso de "el tembleque".

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Entre los intactos merecen mención de honor La Lavandería El Campín, en el edifico esquinero, con un aviso idéntico al original, caso similar el de la Peluquería Arte Moderno, en la 55 con 22, y al de la lavandería Valet Plaza, aún en propiedad de doña Nora de Plaza y para nuestro deleite absolutamente exacta a como se veía en ese entonces.

La sucursal del Banco Popular, aunque bastante semejante ha cambiado de logotipos y de mobiliario, por lo que se exime de clasificar en el ya mencionado cuadro de honor. En la esquina funcionaba la tienda de muebles y colchones Morfeo (construida en 1956). Si hoy siguiera ahí me haría llorar. En ella vendían parasoles, mesas de noche, y camas de fibra de vidrio, una de las cuales fue la mía desde que nací hasta los 30 años.

Mudanza

Uno de aquellos días, mi mamá ejerció su derecho legítimo a querer hacer nuestra vida de familia aparte, y fue así como un día ella, la nana y yo nos fuimos de la casa de los abuelitos, rumbo a Quinta Camacho. El vacío inmediato que provocaron las tres ausencias íntegras se les hizo incómodo y entonces decidieron vender e irse, actitud que de idéntica forma, fue, ha sido y seguirá siendo imitada por muchos habitantes antañones del lugar.

El espacio y los recuerdos van haciéndose insoportables, y los más temerosos evitan aferrarse. El barrio comenzó a dejar de ser el barrio. Y ellos parecieron anticiparse a este triste espectáculo. Era 1982.

Cuando la casa fue puesta en venta mediante un aviso de periódico, como una especie de señal sobrenatural, una supuesta mujer encinta entró con el propósito de verla. Aunque la verdad es que su vientre era falso y que aprovechando cualquier distracción ella se iba guardando en la panza algunos objetos pequeños de valor. Nos pareció premonitorio.

13.jpgYa habían desaparecido las demás sucursales de Sears en el país y el destino parecía estar apuntando en ese sentido. Al término de 1984, cuando ya no estuvimos ahí para sufrirlo grandes carteles anunciaron la transformación del imponente almacén en uno, con un nombre bastante menos sonoro. "Galerías, ciudadela comercial".

Las bodegas y los talleres de mantenimiento fueron demolidas. Los grandes muros se vinieron al piso. Se edificaron horripilantes estacionamientos. En lo que fueran sagrados recintos familiares y cocheras se establecieron salas de belleza, revuelterías y expendios de arepas con chorizo de baja estopa. Sears ya no era el inmenso almacén de otrora, sino un local desmedrado y triste, que en 1989 se convertiría en Galerías, con sus legendarias sedes de Domo y Capuchetto y sus cinemas. El vacío dejado por el almacén fue ocupado en 1989 por Casa Grajales. Casa Grajales, a su vez, se convirtió desde 1996 en Casa Estrella.

Supe que en 1992 los vecinos sobrevivientes iniciaron una campaña para retornar al clásico nombre de Sears, dada la arbitrariedad con la que la decisión de bautizarlo Galerías fue tomada por el hoy difunto alcalde, Julio César Sánchez. Estaban cansados de ser llamados como no querían, y de sumar a ello la proliferación de servicentros, montallantas, y bares y discotecas baratas que afeaban el sector.

14.jpgRetorno

Ayer volví. Como he vuelto por lo menos unas 10 veces desde que me fui. Hay un Falabella en donde estuvo Casa Estrella; en donde estuvo Casa Grajales; en donde estuvo Sears; y en donde a su vez estuvo el Hipódromo . No todo está peor. Hay un bonito centro comercial nuevo con una chocolatería y un Crepes & Waffles..

Pero la casa, -la de los abuelitos-, fue dividida en cuatro, como una milhoja rancia. Y aunque su fachada sigue pareciéndose a la que conocí, ya no hay jardines, ni flores de monte, ni árboles para consolarme..

En su reemplazo vino el asfalto color gris ratón. En la casa de enfrente, sobre la 21, fundaron una panadería con el irónico nombre de 'Evolución', como si algo de lo sucedido allí mereciera ser adjetivado en esa forma. Cuando los hechos parecen contradecirlo.

En lo que fueron nuestros cuartos ahora funciona una inmobiliaria. En nuestra sala hay un asadero, al que llaman Carbon Place. En donde estuvo el garaje hay un local que están arrendando. Los vecinos me dijeron que goza de una triste reputación, pues la costumbre lo ha convertido en excusado público, y ni siquiera la luz automática que se enciende cuando alguien se acerca, ha sido capaz de inspirar pudor alguno entre los miccionadores espontáneos.

Amables, dos de los trabajadores de la mencionada inmobiliaria me permitieron entrar. Después de tantas alteraciones no pude reconocer el interior de la casa, ni pude reconocerme a mí mismo dentro de ella. No sé si me duele haberme ido, o si quedarme habría sido peor.

La residencia del doctor Castellanos es ahora pizzería, sala de belleza y carnicería. La de los Muñoz y la de los Prieto, una escuela de costura.

Ya de vuelta abordo un taxi. Le pregunto al conductor qué tan fácil le sería entenderme si le dijera que quiero ir a Sears. Me responde que no sabe de qué le hablo. Entonces comprendo que los barrios, como los hombres, como los sueños, también pueden morir.

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Ignacio Gómez Escobar
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Presidente de Gigante visitó Colombia para traer de vuelta a Office Depot pero lo asustó precio de finca raíz

Portafolio.com.co - Empresas -> Presidente de Gigante visitó Colombia para traer de vuelta a Office Depot pero lo asustó precio de finca raíz



El director del Grupo Gigante, Angel Lozada, dijo, según el diario 'Excelsior', al término de inauguración de un almacén Home Stores, que el objetivo se centra actualmente en Colombia.

El ejecutivo viajó a Colombia pues planean abrir tiendas su aliado estadounidense Office Depot en Bogotá y Medellín.

Sin embargo, se sorprendió al observar que los precios de los terrenos son más caros que en México.

Lozada aseguró que pese a este inconveniente, seguirán buscando un terreno que se ubique en una buena localización, pues de ese factor depende el éxito de la tienda.

Office Depot se fue de Colombia hace unos 8 años y esta vez lo hará a través de su filial Office Depot México de la cual es socio en un 50 por ciento el grupo de comercio Gigante de esa nación y del otro 50 la matriz de la cadena, en Estados Unidos.

En el 2001, Office Depot su fue del país en medio de la crisis económica y una dura competencia de la firma local Panamericana.

En ese momento operaba como franquicia de un grupo de inversionistas colombianos.

Sobre el retorno al país, Gigante comunicó oficialmente al mercado de valores de ese país que será "incursión hacia ese territorio latinoamericano que se hará a través de Office Depot de México, con sus propios recursos, y por ende, sin necesidad adicional de parte de sus respectivos socios".

Planea invertir unos 50 millones de dólares para abrir las tiendas.




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viernes, febrero 27, 2009

CAN abre investigación a barreras comerciales impuestas por Ecuador

24 Horas Libre Peru - Portal de Noticias del Peru y el Mundo - Peru


La Secretaría General de la Comunidad Andina (CAN) emitió este lunes (23 de febrero) una resolución que admite a trámite y abre una investigación por las barreras comerciales aplicadas por Ecuador a sus importaciones desde el 22 de enero del presente año.

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Al respecto, el presidente de la Cámara de Comercio de Lima (CCL), Peter Anders, lamentó que haya pasado un mes desde la aplicación de la medida de Ecuador para que recién la Secretaría General de la CAN inicie una investigación, y la exhortó a que culmine pronto con la misma y levante la medida ecuatoriana al más breve plazo.

Ecuador aplica las barreras comerciales desde el 22 de enero y, de acuerdo con la normativa andina, debió solicitar previamente autorización a la Secretaría General de la CAN para aplicarlas o, en un caso de emergencia, aplicarlas y luego solicitar una investigación a la Secretaría General, la cual puede validar la medida, anularla o modificarla.

Ecuador solicitó formalmente a la Secretaría General de la CAN que realice la investigación recién el 29 de enero y el 23 de febrero el organismo subregional aprobó la Resolución 1220 “Admisión a trámite y apertura de investigación por solicitud de la República del Ecuador relativa a una medida de salvaguarda por balanza de pagos”.

Ahora la Secretaría General de la CAN tiene un plazo máximo de 40 días para emitir una respuesta.

Por ello, la CCL solicitó a la Secretaría General de la CAN no demorar más el proceso para que los otros países andinos no sigan afectados por las medidas proteccionistas impuestas por Ecuador a la importación de 627 partidas arancelarias provenientes de todo el mundo, las cuales comprenden a 353 productos que Perú vende a ese país.

“La afectación se manifiesta con mayor claridad en los rubros calzado, alimentos, textil y cosméticos”, indicó Anders.

Agregó que las restricciones comerciales no sólo pasan por la aplicación de esta salvaguarda, sino que Ecuador además levantó el programa de desgravación arancelaria para la CAN, el cual se debe llevar a cabo en virtud del Area de Libre Comercio Andina, es decir, “en la práctica Perú, Colombia y Bolivia reciben una doble restricción comercial”.

“Se está afectando a cerca de 500 empresas exportadoras peruanas que venden a Ecuador, principalmente productos no tradicionales, precisamente aquellos que generan la mayor cantidad de mano de obra”, indicó.

Las subpartidas afectadas representaron el 30.08 por ciento del valor total exportado por Perú a Ecuador en el 2008, es decir, 149.77 millones de dólares.

Comentó que Perú exporta a Ecuador productos por 497.88 millones de dólares e importa por 1,773.78 millones, lo cual arroja una balanza comercial deficitaria en 1,280.70 millones.

Entre los productos afectados están los chicles y artículos de confitería sin cacao, chocolates, confituras jaleas y mermeladas, purés y pastas, bebidas alcohólicas incluyendo el pisco, maquillaje, artículos y adornos de plástico, vajilla y artículos de porcelana, espejos de vidrio, teléfonos celulares y dispositivos de almacenamiento permanente de datos.

También se afectan a los asientos para diversos usos, muebles de metal y de madera, triciclos y juguetes (incluyendo los balones inflables).

Anders reiteró que rechaza cualquier intento de una eventual escalada de medidas restrictivas al comercio en Latinoamérica, sin embargo, planteó al gobierno peruano evaluar la aplicación de medidas concretas para solucionar este problema de inmediato.

Opinó que el gobierno peruano debe evaluar represalias o compensaciones restringiendo la compra de productos a nivel gubernamental, “toda vez que a pesar de las reuniones y conversaciones realizadas, a Ecuador no se le ve intención alguna de solucionar por su cuenta este tema”.

ANDINA




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Ingresos operacionales del Grupo Exito en 2008 superaron los $7 billones y la utilidad neta creció 17%








Se completaron 87 hipermercados y 94 supermercados al cierre del 2008 en Colombia.
La Fundación Exito benefició a más de 48.700 niños durante el año anterior.
Durante el último trimestre de 2008 el Grupo Exito llevó a cabo lanzamientos innovadores para sus clientes: productos saludables Taeq, moda de Arkitect por Silvia Tcherassi y utensilios Criterion Collection.

Durante el 2008, año de un exigente entorno económico, el Grupo Exito orientó sus acciones y estrategias de una manera prudente para lograr obtener unos resultados positivos, entre los que se destacan el haber alcanzado más de $7 billones en sus ingresos operacionales y un aumento del 17% en su utilidad neta.

En este periodo, la compañía continuó adelantando su plan de expansión, llevó a cabo actividades comerciales innovadoras para sus clientes en 50 municipios de Colombia y consolidó la integración operativa con Carulla Vivero S.A.


Plan de expansión y racionalización de marcas


La compañía cerró el 2008 con 646.737 m² de área de ventas, representados en 264 almacenes alrededor de Colombia.

En total, durante el 2008 se abrieron 10 nuevos puntos de venta y se llevaron a cabo 28 conversiones: 8 almacenes Vivero y 6 Ley se convirtieron a la marca EXITO, 13 Surtimax al formato Bodega Surtimax y un almacén Merquefacil se convirtió a la marca Carulla.


Almacenes nuevos:

  • EXITO Buenaventura en el Valle del Cauca; EXITO Caucasia y Robledo en Antioquia; EXITO Fontibón, Bosa, Zipaquirá y Tunal en Cundinamarca.
  • Carulla Llanogrande y La Visitación en Antioquia.
  • Bodega Surtimax Claret en Bogotá.

Almacenes Exito S.A.
Resultados consolidados
(Acumulados a diciembre 31 de 2008)

· Los Ingresos Operacionales alcanzaron $7,124,974 millones, con un incremento del 4.5%

· La Utilidad Operacional fue de $265,886 millones y creció en un 0.3% frente al año anterior, lo que representa el 3.7% de los ingresos operacionales

· El EBITDA alcanzó $543,198 millones, con un incremento del 2.5% con respecto al mismo periodo del año anterior. Representa el 7.6% de los ingresos operacionales.

· La Utilidad Neta de la compañía alcanzó $153,322 millones, con un crecimiento de 17%.

(*) EBITDA: Indicador que demuestra la capacidad de generar caja de una compañía. La sigla en inglés se forma de los conceptos Utilidad antes de Intereses, Impuestos, Depreciaciones y Amortizaciones.

Al cierre de 2008, éstos son los formatos y almacenes del Grupo Exito:

Formato

Número de almacenes

Hipermercado (EXITO, Vivero)

87

Supermercado (Carulla, POMONA)

94

Bodega (Bodega Surtimax)

14

Otros (Merquefacil, Surtimax, Ley, Homemart, Próximo, Q´precios)

69

Total

264

Lanzamientos último trimestre de 2008


  • El Grupo Exito lanzó Taeq su nueva marca propia de productos con propiedades saludables y orgánicas. Con más de 100 referencias de productos, el portafolio más amplio de esta categoría en Colombia, Taeq se puede encontrar en los puntos de venta EXITO, Carulla y POMONA.
  • Arkitect, marca propia textil del Grupo, en alianza con Silvia Tcherassi, una de las más importantes diseñadoras del país, trajo para las colombianas y clientas de los almacenes EXITO la colección cápsula “Arkitect por Silvia Tcherassi”.
  • Carulla, por su parte, en compañía con los hermanos Raush, dos reconocidos chefs, lanzó Criterion Collection, una exclusiva línea de artículos para la mesa y la cocina.

Otros eventos relevantes

  • Durante el 2008 se completó la integración con la empresa Carulla Vivero, lo que hoy en día hace al Grupo Exito la cadena líder a nivel nacional, con una amplia experiencia en el negocio de comercio al detal, en los formatos hipermercado y supermercado.
  • Con 120 mil m², comenzó nuevamente a operar el Centro de Distribución Las Vegas,la más importante sede logística de la compañía.
  • 10 años cumplió la tienda virtual del EXITO, www.exito.com, una década que celebró con un cambio de imagen y dirección en la web.
  • Comenzó a funcionar el formato Bodega Surtimax en Bogotá, que ofrece un surtido completo de alimentos con orientación al precio. Al cierre de 2008 hay 14 almacenes de la marca.
  • En el campo de la responsabilidad social, la Fundación Exito entregó $13.148 millones en recursos para apoyar programas de nutrición que beneficiaron a:
    • 48.757 niños.
    • 828 madres.
    • 200 instituciones de 37 municipios.
    • 25 bancos de alimentos.

Cifras de interés

- Mezcla de ventas Grupo Exito:

· Alimentos: 70%

· No alimentos 30%

- Los hipermercados participan con el 69.5% en los ingresos operacionales y los supermercados con el 19%.



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Ignacio Gómez Escobar
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